lunes, 15 de julio de 2013

Por la autopista de la nostalgia

"Enric González amó Londres mucho antes de conocerla. (...)Este libro es una guía personal para descubrir el espíritu londinense." 

A raíz de la publicación en Jot Down Books de su último libro, Memorias líquidas, supe de las Historias de Enric Gonzalez. Corresponsal en distintas partes del globo para el diario El País, compiló en cuatro tomos una síntesis entre el amor que sintió por las ciudades que habitó y las experiencias allí vividas. Así nacieron Historias del calcio (una crónica de Italia a través del fútbol), Historias de Nueva York, Historias de Roma e Historias de Londres, agrupadas las tres últimas en Todas las historias y un epílogo.

Historias de Londres encarna el ideal de ensayo que todo estudiante desearía leer. Narrado a partir de anécdotas particulares, logra cautivar con una delicadamente irónica prosa, que sintoniza perfectamente con el alma de la ciudad que describe. Está divida en partes correspondientes al mapa de Londres central: el oeste, el centro y el este, subcapituladas cada una de ellas con acertados e ingeniosos títulos.
La lectura del libro va más allá de puro recreo: despierta en el lector el interés por saber- investigar sobre los hechos políticos e históricos que se mencionan, rememorar ciertas calles o edificios, asombrarse ante datos relativos a lugares sobre los que uno creería saber todo.

Empecé a leer las escasas doscientas páginas del libro de González a mi vuelta de Londres. Un amigo se sorprendió de que no las hubiera leído antes o durante mi estancia en la capital inglesa. Fueran los que fueran los motivos que me llevaron a posponer la lectura (sin duda nada premeditados y más bien fruto de la acumulación de muchas otras lecturas pendientes), son de agradecer. 
En esta brillante recreación visual e histórica de Londres, he vuelto a estar ahí durante dos tardes. He sonreído, cómplice al leer de los sitios que yo también habité y frecuenté, y agradablemente he sido sorprendida con alguna que otra historia desconocida para mí de sitios muy familiares (apuntadas quedan para la próxima visita).

Pese a que fue escrita en la década de los tardíos 90 y atrás quedaron la era Tony Blair y las divisas en pesetas, en cierta parte Londres sigue igual a cómo Enric González la vivió. O quizá es el acercamiento de quienes, en periodos mayores o menores, pudimos disfrutar de la suerte de vivir en Londres. Sin entrar nunca en la (restringida y más bien poco inclusiva) esfera londoner, pero con suficiente conocimiento de causa como para aventurarnos a escribir unas líneas sobre ella.

Reza su contracubierta que el libro "fue escrito cuando el autor estaba ya en otro país y eso implica una cierta dosis de nostalgia, pudorosamente envuelta en ironía. Hubo otras ciudades después y otras pasiones, pero ningún amor es como el primero. Y ninguna ciudad es como Londres." En mi lectura nostálgica de una visión escrita desde la nostalgia, no puedo estar más de acuerdo.

Es entre las páginas de Historias de Londres dónde encontré materializada mi abstracta visión sobre la ciudad:
"Hay ciudades bellas y crueles, como París. O elegantes y escépticas, como Roma. O densas y obsesivas, como Nueva York. Londres no puede ser reducida a antropomorfismos. Siglos de paz civil, comercio próspero, de empirismo y de cielos grises la han hecho indiferente como la misma naturaleza. Quizá exagero. Quizá Londres sea una proyección del carácter inglés. No hay sentimentalismos, ni derroches de pasión, ni verdades con mayúsculas. Por una u otra razón, Londres reúne las condiciones óptimas para que florezca la vida. Es difícil no sentirse libre en esa ciudad inabarcable y a la vez recoleta, sosegada como el musgo de sus rincones umbríos- una insignificancia vegetal que me conmueve, qué tontería-, donde caben el arte y su reverso técnico, el kitsch, sin estorbarse mutuamente(...)"

Para los que vayan, para los que no se muevan y sobre todo, para los que vuelvan de Londres. Absolutamente deliciosa.






Piccadilly Circus, 1971

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